lunes, 18 de octubre de 2010

ATMOSFERA

La atmósfera, el aire que nos permite vivir
ATMOSFERA
Foto: ©stock.xchng.com
La atmósfera es la capa de gases que envuelve la Tierra y evita que el aire salga de ésta creando así un inmenso océano de aire. Distribuye o concentra las sustancias contaminantes según factores como el viento, la lluvia, las inversiones térmicas o la turbulencia. 
Esta enorme capa de gases es indispensable para la vida debido fundamentalmente a la función protectora de la radiación solar. Además, si no existiera la atmósfera la temperatura del planeta sería de 22ºC bajo cero. Aproximadamente ¾ partes de éste es nitrógeno y ¼ parte es oxígeno, y estos dos gases son totalmente necesarios para mantener la vida en el planeta. También tiene en su composición otro tipo de gases como el argón, y el dióxido de carbono, CO2, que están presentes en cantidades pequeñas.
El oxígeno (O2) es el componente responsable de los procesos de oxidación y es el que hace que las combustiones sean posibles. También la respiración de los seres vivos, animales y plantas, es una forma de oxidación y es posible gracias a la contribución de este elemento.
Si no existiera la atmósfera la temperatura del planeta sería de 22ºC bajo cero
El dióxido de carbono (CO2) está presente en la atmósfera en una proporción muy pequeña, alrededor de un 0,03%; pero tiene un papel muy importante en el balance de radiación del sistema sol-tierra-atmósfera porque colabora al calentamiento de la tierra en el proceso "efecto invernadero". Contribuye de una manera decisiva al mantenimiento de la vida al formar parte del proceso de la fotosíntesis.
Otros componentes son el monóxido de carbono (CO), producto de combustiones incompletas, el metano, gran parte del cual es de origen biológico, el amoniaco, el ozono y el dióxido de nitrógeno. Además de estos componentes hay que considerar la presencia de elementos originados por la actividad humana o de los seres vivos, partículas, polen, bacterias, polvo, humos, gases diversos, sales y algunas más en proporciones mucho más pequeñas.
También hay en la atmósfera una pequeña proporción de vapor de agua y una serie de partículas en suspensión: partículas inorgánicas, pequeños organismos o restos de ellos, cloruro sódico (NaCl) proveniente del mar, etc.
La contaminación atmosférica, una amenaza con historia
Mucho antes de que el ser humano pisara la Tierra, el planeta ya contaba con una serie de factores que ponían en peligro su propia existencia, entre los cuales las erupciones volcánicas, los terremotos y los incendios forestales ocupaban un lugar destacado debido a su capacidad para generar ciertas sustancias que alteran la composición innata del aire, perjudicando a su vez a todos los animales y a sus ecosistemas.
El medio ambiente también se deteriora, provocando notables daños en la vegetación y en el reino animal
La aparición del hombre incrementó esta agresión, alimentándola con las consecuencias medioambientales que lleva consigo el desarrollo tecnológico e industrial, y sumando a los efectos negativos de las primitivas fuentes naturales los producidos por los modernos automóviles o los sistemas de calefacción. Todo ello ha dado lugar desde la Primera Revolución Industrial a un fenómeno altamente nocivo para nuestro entorno: la contaminación atmosférica; contaminación causada por la inclusión en la envoltura gaseosa que rodea la Tierra -la atmósfera, en cualquiera de sus capas: troposfera, estratosfera, mesosfera o termosfera- de sustancias o formas de energía perjudiciales para nuestro medio ambiente.
Un problema que nos perjudica a todos
Las consecuencias derivadas de la ocupación del aire por partículas de azufre, nitrógeno, carbono, halógenos u otras sustancias son una tremenda amenaza para la salud del hombre y de la naturaleza en general.
Millones de personas sienten cada día como su salud se deteriora, respirando gases corrosivos que pueden conllevar a molestias respiratorias e, incluso, aumentar la probabilidad de padecer cáncer, provocar olores desagradables y afectar a los cultivos que más tarde se convertirán en nuestros alimentos. Los habitantes que más sufren los efectos de la mala calidad del aire son aquéllos que se encuentran en las grandes ciudades, pues el tráfico, la industria y la calefacción son mucho mayores en estos núcleos urbanos que en los pueblos pequeños.
Pero no somos los humanos los únicos que nos vemos afectados por los efectos de la contaminación, sino que el medio ambiente también se deteriora, provocando notables daños en la vegetación y en el reino animal.
El clima de la zona puede verse modificado como consecuencia del llamado efecto invernadero, al que contribuyen las emisiones de estos gases, que pueden además ser el motivo del descenso de ozono en la atmósfera, un filtro absolutamente necesario para que altos niveles de rayos ultravioleta no consigan alcanzar la superficie de la Tierra.
Otro de los fenómenos más temidos derivados de la contaminación atmosférica es la lluvia ácida, que se traduce en un descenso de partículas de agua impregnadas de óxidos contaminantes y que, en forma de precipitación se funde con nuestros suelos y aguas, introduciendo en ellos una serie de modificaciones químicas que posteriormente tendrán sus repercusiones sobre los ecosistemas.

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