De todas las películas favorecidas por el comité gubernamental de las celebraciones del Bicentenario, “El infierno” de Luis Estrada es la que ha despertado el más grande interés incluso del público que muchas veces confiesa “yo nunca veo cine mexicano”, porque la historia propuesta por este director que ya había encontrado la forma de ver la realidad nacional por medio de la farsa con “La ley de Herodes”, es la que mejor sirve de espejo alucinante de lo que se vive hoy en el país.
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Entre todo el conjunto de empresas involucradas en el financiamiento de esta obra de Estrada, está por supuesto aquella de origen estatal que permitió y aprobó su rodaje. Es por ello que hasta se ha dejado escuchar un rumor de que el director hizo muy buen negocio con el capital que recibió para filmarla dando cuentas de una cifra menor de aquella que se le atribuye oficialmente en el costo final, con lo cual ya tiene asegurado su siguiente proyecto porque el negocio del cine así es de sorpresivo y mañoso.
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Nadie hubiera soñado en aquellos años de la dominación del llamado “partido tricolor”, que se pudiera hacer realidad en pantalla una película como “El infierno”, porque además de servir como analgésico no llega a atacar directamente ninguna de las instituciones de México, aunque sí indirectamente lo haga sobre todo en la parte que le toca actuar a Daniel Giménez Cacho con su personaje abominable del intermediario entre la gente del poder y los líderes del hampa.
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