
La expresión “emo” es una derivación del término “emocional”, circunstancia que hace más inteligible este fenómeno. Además, debe asociárselo al género musical alternativo “emotional hardcore” o “emo-core”, que tuvo su efervescencia en los finales de los años ochenta, y que se caracteriza por estar ligado a letras que reflejaban estados emocionales y que pretendían plasmarlo en los oyentes. Este vínculo con la música no se ha perdido, aunque como era de esperarse ha mutado. De este modo, este canal artístico será el principal que tiene un emo para expresar su cosmovisión.
Esta ostentación de sentimientos depresivos y derrotistas tiene su reflejo en una serie de creencias que también suelen ser características. Así, un emo dirá que el mundo es un sitio miserable y carente de sentido, mientras rechaza las religiones y descree de Dios. El rechazo del mundo se patentiza en el acto de taparse un ojo con el pelo, pretendiendo así simbolizar que se prefiere evitar ver la realidad circundante, o verla tan solo a medias.
El fenómeno que representa esta subcultura no es nuevo, sino que es una versión repetida de otras formas que los adolescentes tuvieron y tienen en el proceso de descubrir y definir su identidad. Quizá lo único que deba ser puesto de relieve para el análisis de especialistas sean las conductas que se orienten a la autoflagelación.
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